lunes, 29 de agosto de 2011

Revolución anti-neoliberal social estudiantil en Chile

Manifiesto de Historiadores: Revolución anti-neoliberal social estudiantil en Chile


Las calles, plazas y puentes de todas las ciudades a lo largo de Chile se han transformado en las arterias donde fluyen y circulan miles de estudiantes y ciudadanos,entonando y gritando las demandas por cambios estructurales en la educación los que, a su vez, exigen cambios sustanciales en el paradigma económico, en el carácter y rol del Estado y en su conjunto, en el pacto social constitucional del país.

Desde hace meses las movilizaciones no han cesado, recuperándose y adaptándose algunas consignas de antaño, cantándose nuevas que apuntan críticamente al corazón del modelo social y económico financiero neoliberal actual: el mercado, el crédito, el endeudamiento, el lucro, la inequidad social y educativa.

Y si bien inicialmente parecía que se hubieran abierto, al fin, las Alamedas, marcando la llegada de la hora histórica anunciada por el discurso final de Allende, el desarrollo de los acontecimientos con el recrudecimiento de la represión policial, las amenazas y amedrentamiento a los/as dirigentes estudiantiles por parte de adherentes oficialistas y la actuación provocativa de policías encapuchados infiltrados de civil, nos recuerdan que estamos en un régimen político dirigido por la derecha chilena, heredera de las prácticas de la dictadura militar y verdadera fundadora del régimen neo-liberal que busca resguardar. Y mientras los jóvenes copan el cuerpo de Chile y la represión enfurece, suenan los cacerolazos del apoyo ciudadano, recordando el tiempo de las protestas.

Si no ha llegado aún el tiempo de las alamedas, ha brotado con fuerza la voluntad de poder de la nueva generación para presionar sobre ellas hasta lograr su verdadera Apertura histórica.

Los que realizamos el oficio de historiar nos preguntamos acerca del carácter de este movimiento y del significado de su irrupción histórica. ¿Se trata de una fase más del movimiento estudiantil post-dictadura? ¿Corresponden sus demandas a reivindicaciones básicamente sectoriales? ¿Cuál es la forma de hacer política de este movimiento? ¿Qué relación tiene este movimiento con la historia de Chile y su fractura provocada por el golpe armado de 1973? ¿Cómo se articula este movimiento con el camino y orientación de la historicidad secular de Chile? ¿Qué memoria social y política ciudadana ha activado la irrupción callejera y discursiva estudiantil?

Si bien es arriesgado responder a estas preguntas cuando se trata de un movimiento en marcha, los que aquí firmamos lo hacemos como una necesidad de aportar desde la trinchera de nuestro oficio, con la plena convicción de que estamos ante un acontecimiento nacional que exige nuestro pronunciamiento, sumándonos a tantos otros que se han realizado y se realizan cotidianamente desde distintos frentes institucionales, gremiales y civiles.

1. Consideramos, en primer lugar, que estamos ante un movimiento de carácter revolucionario anti-neoliberal. Las demandas del movimiento estudiantil emergen desde la situación específica de la estructura educativa del país, basada en el principio de la desigualdad social; una transformación a esta estructura –como bien lo dicen los gritos callejeros- exige un cambio sistémico en el modelo neo-liberal, que hace del principio de desigualdad (fundado en la mercantilización de todos los factores y en la consiguiente capacidad de compra de cada cual) la clave ordenadora de las relaciones sociales y del pacto social. Correspondiente con este principio de ordenamiento, la figura política del Estado neo-liberal se perfila como un aparato mediador, neutralizador y garante, a través de sus propias políticas sociales, de dicho principio des-igualitario; estructura económico-política sustentada en la escritura de una carta constitucional legitimadora de dicho principio.

No es de extrañar, así, que el movimiento estudiantil actual encuentre un tan amplio respaldo ciudadano: en la categoría dicotómica de “deudores” respecto de un grupo legalmente abusivo y corrupto de “acreedores”, se encuentra la mayoría de los chilenos que grita y cacerolea su apoyo a los estudiantes: porque los estudiantes no son solo “estudiantes” sino que son ellos mismos en tanto deudores. Porque no sólo los estudiantes viven en el principio de la desigualdad, sino la mayoría social chilena actual lo sufre en carne propia. Lo social particular y lo social general se auto-pertenecen y se auto-identifican mutuamente en una unidad que se construye y se concientiza sobre la marcha.

Así, el movimiento estudiantil, aparentemente sectorial, constituye un “movimiento social” que, al tocar el nervio estructurante del sistema, irradia e identifica a la sociedad civil ampliada, reproduciendo socialmente la fuerza de manifestación de su poder, descongelando el miedo y aglutinando los discursos y las prácticas fragmentadas.

Es decir, el movimiento estudiantil actual tiene un carácter radical en cuanto busca revertir el principio neoliberal de la desigualdad que construye la sociedad actual, por el principio de la igualdad social (basado en un sistema de “derechos sociales ciudadanos”), promesa irrenunciable de la modernidad, a pesar de cualquier post/modernidad; principio que, desde la esfera educativa chilena, se propaga como fragancia de nueva primavera a todas las esferas de la sociedad.

2. Este movimiento ha comenzado a recuperar lo político para la sociedad civil, poniendo en cuestionamiento la lógica de la política intramuros, y con ello el modelo de seudo-democracia y legalidad que no ha cortado el cordón umbilical con la dictadura.

Se trata de una política deliberativa en el más amplio sentido de la palabra, que trasciende los esquemas partidarios (a pesar de las militancias personales de algunos dirigentes). El movimiento muestra cómo, a través de la orgánica de las bases movilizadas, con el apoyo de las redes comunicacionales (“política en red”), se ejerce el poder de las masas en el escenario público, presionando por la transformación de las estructuras. Este hecho está replanteando los fundamentos del cambio social histórico, cuestionando las modalidades verticalistas y representativas, propias de la premisa moderna, propiciando activamente formas de democracia directa y descentralizada.

Por otra parte, respecto de la relación del movimiento con el sistema político y el gobierno actualmente imperante, este movimiento corresponde a un nuevo momento de su trayectoria histórica posdictadura, en el cual la vinculación con la institucionalidad se realiza básicamente desde la calle, no habiendo entrado a la negociación institucional dada al interior de los recintos gubernamentales. Desde esta perspectiva, lo nuevo de este movimiento es la “política abierta” o “política en la calle” que, al mismo tiempo que permite mantener el control del territorio propio de la sociedad civil, difunde y transparenta su discurso, su texto y sus prácticas a plena intemperie, ante toda la ciudadanía. La política clásica de los gobiernos concertacionistas de “invitación al diálogo” se ha vuelto una trampa ineficaz, manteniendo el movimiento social actual la fuerza de sus propias prácticas de poder.

Así, las movilizaciones estudiantiles y sociales que hoy se desarrollan a partir de las demandas por la educación, no sólo ciudadanizan lo educativo y lo sitúan como base fundamental del proyecto de sociedad, sino que dan cuenta de la crisis del sistema político, cuestionando y transgrediendo la “democracia de los acuerdos”, consagrada como principal herramienta para neutralizar y postergar las demandas sociales Esta nueva política encuentra su expresión manifiesta en un tipo de protesta social que rompe los marcos impuestos tanto por la cultura del terror de la dictadura, como la del “bien mayor” de la transición. A través de una incansable apropiación del espacio público y, en general, a través de prácticas corporales de no-violencia activa, el movimiento ha generado múltiples acciones culturales en un lenguaje rico, plástico, inclusivo y audaz que interpela el cerco de la represión policial y de los medios que criminalizan la protesta.

3. Si bien este movimiento corresponde a un momento nuevo de la política y de la historia social posdictadura, este sólo puede comprenderse desde la perspectiva más amplia de la historicidad siglo xx en Chile. En el curso de ésta, la equidad educacional junto a las limitaciones legales impuestas al capitalismo anárquico, habían alcanzado una maduración estructural en los años ‘60 y ‘70, siendo este proceso abortado con el golpe del ’73 en su fase de plena consolidación. El movimiento social estudiantil actual es expresión de la voluntad y del acto de recuperación de esa hebra rota de nuestra historicidad. Es la irrupción del brote de la semilla que fue pisada y soterrada por la bota dictatorial y el neoliberalismo. Es el renacimiento, en la nueva generación, del sueño y voluntad de sus padres de fundar una sociedad basada en la democracia, la justicia social y los derechos humanos fundamentales, de los que la educación es uno de sus campos más fértiles.

En efecto, el pacto social educativo alcanzado en los ’60 y ’70 fue el fruto de una larga lucha dada por muchas generaciones desde mediados del s. xix. Proceso y lucha que consistió básicamente en la voluntad política progresiva de arrancar los niños proletarizados en el mercado laboral, para escolarizarlos, como una vía hacia una sociedad más equitativa y como un camino de emancipación social y cultural.

Este trayecto histórico, que involucró a toda la sociedad, alcanzó a producir semillas que fructificaron en las décadas del ’60 y ’70 cuando el Estado y la sociedad civil hicieron del pacto social educativo uno de sus más caros proyectos de construcción de nueva sociedad democrática. Es ese proceso el que hoy irrumpe nuevamente en el discurso y en la práctica del movimiento estudiantil. Se trata de una generación que no acepta volver a ser objeto de mercado al que deban proletarizarse sin mas, ya por la vía del endeudamiento o de una educación de mala calidad. Lo que está en juego y que hoy se encarna en este movimiento, es el “proyecto y pacto social educativo republicano/democrático” chileno, como principio ético-político de igualdad social.

Aquí radica la densidad histórica de este movimiento, produciendo, a su paso, una irrupción de memoria histórica en el seno de la ciudadanía: la memoria de los padres y abuelos que marchan y cacerolean su apoyo a la nueva generación que está recogiendo y tejiendo a su modo la hebra de nuestra historicidad.

Así, en su triple carácter dado por su alcance revolucionario anti-neoliberal, por la recuperación de la política para la sociedad civil y por su conexión con la historicidad profunda del movimiento popular de Chile contemporáneo, el actual movimiento ciudadano que los estudiantes de nuestro país aparecen encabezando con fuerza, decisión y clara vocación de poder, recoge y reinstala las dimensiones más consistentes que la frustrada transición chilena a la democracia sacrificó.

* * *

A través de estas breves reflexiones este grupo de historiadores/as chilenas, con el apoyo de mucho/as, saludamos al movimiento estudiantil y adherimos a las reivindicaciones estructurales que ellos han instalado sobre la política chilena. Saludamos y nos sumamos a las demandas de Asamblea Constituyente.

Al mismo tiempo, invitamos a no ver a este movimiento actuando en la sola coyuntura de este gobierno de derecha, sino a tomar conciencia de que este es un momento de un proceso histórico ya en marcha, cuyo principal fruto sin duda será dejar instalada definitivamente la demanda de las reformas estructurales al neoliberalismo, como irrenunciable voluntad de poder de la ciudadanía y como agenda indispensable de los proyectos políticos inmediatos y porvenir.

Agosto del 2011

martes, 23 de agosto de 2011

Economía social, trabajo y bienestar


Charlamos con Sergio Lesbergueris, director del Centro de Formación Profesional Nro. 24 del barrio de Flores, sobre las alternativas de la llamada economía social y la posibilidad de otros modos de uso del tiempo, organización del trabajo y creación de bienestar social.  

martes, 16 de agosto de 2011

¿Qué nos dice el triunfo del kirchnerismo?


Conversamos sobre el resultado de las elecciones primarias del 14 de agosto. ¿Se inicia una era poskirchnerista? La irrelevancia de la oposición. El ocaso de las polarizaciones. La difuminación de los límites entre adentro y afuera. El rol de las organizaciones sociales.

martes, 9 de agosto de 2011

domingo, 7 de agosto de 2011

Apuntes sobre ciudad

Bienvenidxs a la selva urbana! A la ciudad de infinitos planos. Pseudo-ambiente vivo, plagado de información. Planta esquizofrénica que crece de improviso: menos según planes, más según el pulso de los mercados y mucho más según el ritmo vital de quienes la habitamos. Ciudad-drama de los procesos de lo común y de la guerra civil de los modos de vida. Bienvenidxs al agite urbano del continuo juego de cierre y apertura, de ligue y desligue. Ciudad espejo -a veces ajustado/ casi siempre distorsionado- de las fórmulas de producción de valor. Ciudad política, cuando es objeto de mecanismos de apropiación del valor social, cuando es objeto de resistencias a los mecanismos de control, cuando es territorio dinámico de nuevas percepciones y modos del conocer. Ciudad productiva, fábrica de las formas de vida que en ella se mezclan, se distinguen y se entretejen. Ciudad-arcón de memorias, sentidos y conflictos. Nos preguntamos ¿cómo se produce la ciudad? Nos organizamos en un taller para hacer de esta pregunta una fuente de discusiones y prácticas. Como punto de partida, algunos apuntes a modo de invitación:

Un gesto político...
Un tal Fernando contó una historia, simple y sugerente. Su hijo nació con una discapacidad. Durante años intentó traducir en su cabeza lo que su hijo le decía, y de algún cargó con una cierta frustración al respecto. Un buen día se dio cuenta de que no había nada que traducir en su cabeza, y algo cambió para él y para su hijo. ¿Qué pasó? Se abrió entre padre e hijo un vínculo de aprendizaje mutuo. Eso es un gesto, concluye. Algo que el otro (o los otros) tiene(n) derecho a esperar de uno, aún si uno mismo no sabe previamente en qué consiste. 

Un gesto es tal que cuando ocurre se entra en relación con nuevas potencias. Un gesto inaugura, repropone, da inicio a nuevos recorridos. Nos vivimos contando estas historias, buscamos gestos para nuestras vidas. La ciudad también se transforma, se abre, a partir de gestos. Está expectante. Si una política envuelve una teoría de la ciudad, sobre todo de sus usos y de sus mutaciones, esos gestos hacia la ciudad son inevitablemente gestos políticos. 

1. Hacer ciudad
Si la ciudad es entramado de la corporeidad colectiva, hacer ciudad es la forma en que se concentran y desparraman los recorridos, las apropiaciones, las fijaciones y las movilidades de quienes estamos en ella. Hay ciudades que urbanizan la injusticia: segmentan espacios, se especializan para la explotación. En ellas pujan también modos de vida, a veces luchas (de las más diversas), por producir situaciones de justicia urbana. Situaciones que alteran, reinventan, el espacio-tiempo, que reorganizan el sentido (a veces vaciándolo del todo) de una vida metropolitana, con sus anonimatos y sus dolores.  
Esta dinámica es una de las principales “productoras” de ciudad. 
Más allá de las intervenciones planificadas (inmobiliarias, de consumo, de segregación o privatización) que intentan modelar la ciudad, pugnan otros modos: más informales e igualmente expansivos, como un modo de habitar y construir espacio que desborda y excede la noción misma de espacio “marginal”. Espacios como la Feria La Salada o como la proliferación vertical de ciertas villas de la ciudad ponen en jaque, justamente, la idea de una planificación urbana. No porque estos espacios no la tengan. Sino porque la alteran sustancialmente. Exhiben otro modo de calcular ese crecimiento, otro ritmo, otra tendencia. 

2. Guetificación
Una política de guetificación es una que confina, que marca fronteras. Quienes la eligen activamente, disfrutan de sus beneficios: se mudan a las torres y a los country -bajo dispositivos de seguridad extravagantes- los sectores de la sociedad que no quieren estar “expuestos” a lo imprevisible de la ciudad (entendido en términos de inseguridades, peligros, etc.). Quienes ocupan espacios que son marcados negativamente como guetos, como las villas, lo hacen disputando un derecho a la ciudad: a acceder a sus servicios, a sus consumos, a sus espacios comunes. Como desafío a la reclusión y al modo en que el trazado de la ciudad jerarquiza, estigmatiza y condena.

3. Tendencias
La llamada gentrificación como estrategia de revalorización económica y cultural de un área degradada (con dinámicas de desplazamiento de la población y de sustitución los usos sociales y económicos preexistentes) no produce ciudad sólo para los ricos. Lo que sucede en esos espacios va más allá: en ellos se configura un código de lo urbano que afecta a toda la ciudad (Puerto Madero es el barrio más emblemático de invención de un barrio de élite desde la nada, pero también fueron transformados San Telmo o el Abasto, que pasaron de ser barrios bajos a ser áreas destinadas al turismo internacional).
¿Es la saladización una dinámica opuesta y capaz de competir con la gentrificación? La extensión –y expansividad- de la dinámica de feria de La Salada (calificada como la feria ilegal más grande de América Latina) exhibe otra forma de construir ciudad, que además se desplaza y se replica por medio de Las Saladitas en decenas de barrios y ciudades del interior del país y de los países limítrofes.
La Salada también revaloriza el espacio (¡los costos del metro cuadrado de aquel balneario abandonado ahora superan los precios de Puerto Madero!), abre a nuevos usos aunque más que expulsiva, su lógica parece ser la de cobijar una multiplicidad de economías. Es, tal vez, es parte de una ciudad low-cost en ciertos aspectos. Pero, sobre todo, desafía con su efectividad a la hora de democratizar el consumo, de piratear los usos exclusivos.
¿Qué relación hay entre La Salada y la villa? ¿Es la villa también una forma en expansión, creadora de código urbano? ¿El mercado inmobiliario de la villa puede pensarse como una forma de gentrificación de esos barrios? ¿Hay algo así como una villificación, es decir, una forma propia de hacer ciudad que surge en las villas aunque va más allá de ellas?

4. Zonas productivas
Las nociones clásicas de centro y periferia han cambiado. Las nuevas formas que adquiere la villa y su comercio asociado superan la noción clásica de zona marginal, informal o degradada. Las villas contienen eslabones de una economía ²sumergida² muy fuerte, se convierten en lugares estratégicos de circuitos (como el narco o la producción textil) estrechamente enlazados con la economía formal.
La villa aporta a la ciudad un espacio de ilegalidad para el funcionamiento de la economía formal. La antigua periferia excluida adquiere un dinamismo social y económico al lograr conectar (de modo subordinado) con dinámicas de globalización que atraviesan y reconfiguran las ciudades. Pero también se puede decir de otro modo: su vitalidad es convocada y explotada por circuitos comerciales globales. Se crean así zonas que aspiran al ascenso, que prometen movilidad social y territorios donde sucede lo contrario, no hay ninguna esperanza, están hiperdegradados, sufren involución.

5. Renta urbana
Una dinámica esencial para pensar la ciudad surge del mercado inmobiliario, en tanto mecanismo que es transversal a los espacios formales e informales de la ciudad, lo que en la lengua de un cierto marxismo-objetivista podemos referir como la historia de la plusvalía del suelo y desde un marxismo de las subjetividades nominaríamos como análisis de la producción de valor a partir de los modos de vida.
Se trata de la producción de renta urbana, no sólo como la suma de las rentas de quienes trabajan/viven en la ciudad sino como extrapolación de lo que Marx llamó renta absoluta (agraria): la producción/apropiación de un plus-valor específico a partir del complejo andamiaje inmobiliario/financiero montado sobre la maquinaria-ciudad. Ese andamiaje obtiene sus ganancias por apropiación de una producción que tiene lugar en el entramado vital cotidiano de las personas. En este sentido, la distinción entre economía formal e informal es un criterio que permite ver los modos de distribución de la riqueza producida más que los modos de su producción efectiva.   

6. Producción de valor
Desde una dimensión metodológica, esta perspectiva centrada en la relación entre valor y variantes de sociabilidad posibilita comprender el trazado de nuevas fronteras, advertir la configuración de nuevas territorialidades. La ciudad se presenta como una red generadora a partir de focos productores de valor.
Una imbricación tal entre lo económico y lo cultural hace que áreas de la ciudad aumenten su valor inmobiliario a partir de una resignificación estética/cultural. Es así como las casas antiguas de San Telmo o de Palermo Viejo dejaron de ser construcciones en desuso o casas tomadas para reciclarse como edificios destinados a consumos de clase media. Incluso sin modificar la situación de pobreza pueden darse procesos de revalorización, como en el caso de la pobreza bella del barrio de La Boca. Estos trazados reconfiguran los espacios de la ciudad, distinguiendo entre construcciones que deben ser desalojadas y demolidas y construcciones que deben ser conservadas, patrimonializadas; entre una pobreza que da temor (por ejemplo, en las villas) y una pobreza que puede ser apreciada como imagen.     

7. Dos imaginarios
A pesar de que en la ciudad el valor se produce cada vez más a partir de las formas sociales, culturales, lingüísticas de quienes la habitan, el paradigma dominante dentro del que se piensa la ciudad sigue considerando la producción de valor en torno al trabajo configurado de acuerdo a la economía industrial. A esta ciudad neofordista, se yuxtapone la ciudad posfordista, donde la producción de valor tiene como matriz lo que podemos llamar de modo sumario la vida cultural. 

8. El trabajo de sobreexplotación
En los alrededores del modelo de la ciudad fordista y su figura del trabajador formal, proliferan modos de empleo que no sólo se desmarcan de las condiciones jurídicas asignadas al trabajo, sino que deshacen la distinción entre espacio/tiempo de trabajo y espacio/tiempo de vida. En los talleres textiles clandestinos de Buenos Aires, por ejemplo, el espacio de trabajo y el espacio del hogar muchas veces coincide. La actividad laboral se continúa con las actividades cotidianas de cuidado de lxs hijxs, alimentación, entretenimiento, etc. Un elemento cultural y una experiencia de vida (como, en el caso de la comunidad boliviana, ocurre con el valor de lo común y la organización cooperativa) son utilizados dentro de una maquinaria de producción capitalista.  

9. Promiscuidad
En la opacidad de las economías informales se entrecruzan varios procesos difíciles de desentrañar: procesos mafiosos, militantes o sociales, y puramente capitalistas. Son escenas de cierta promiscuidad, que no permiten discernir claramente entre producción de vida y producción de valor, entre rasgo identitario/cultural y gesto mercantil. En el seno de esa indistinción se trazan estrategias capitalistas y tácticas de vida.  Se entretejen acciones desde abajo y desde arriba. Se produce valor y plusvalor. 

10. Mercado y cálculos micro
En un intento de mapeado de la productividad social de los diferentes territorios y sus formas de gobierno, por un lado vemos que el mercado puede operar como desarticulador de los movimientos sociales, puede expropiar y separar, pero también puede operar como catalizador, potenciando aquellas expresiones culturales y experiencias de vida que es capaz de valorizar.  
Un mercado informal, como el que se da en las transacciones inmobiliarias en la villa, sólo es posible mediante los lazos de proximidad territorial. La institucionalización de tal mercado (que no implica la formalización), modifica los lazos sociales originales, la reciprocidad solidaria se convierte en “servicio”, alterándose el sentido de los lazos barriales.
En esa resignificación mercantil de los lazos sociales, los cuerpos se vuelven microempresas. Cada individuo o grupo establece un cálculo mínimo racional. Es decir, además de la lógica mercantil a nivel macro, que regula las transacciones, hay una lógica de inversión/ganancia que actúa a nivel micro, en las prácticas cotidianas de las personas.  

11. Autogestión 
Si la renta urbana se produce a través de una mercantilización de los modos de vida,  ¿qué mecanismos de recuperación de la renta detectamos? ¿qué modos de organización de esa producción diseminada a lo largo de los intercambios cotidianos de los grupos sociales pueden habilitar una apropiación del valor por parte de sus productores?

sábado, 6 de agosto de 2011

10 hipótesis


1.  Hipótesis Infrapolítica. Los últimos años hemos asistido a una polaridad entre quienes enfatizan practicas micropolíticas (producción de afectos, conceptos y conocimientos situados) y quienes sostienen en un sentido estricto opuesto afirmaciones macropolíticas (a nivel del estado y de las grandes estructuras). Desde la primer perspectiva, la macro posee una racionalidad propia que la torna inmodificable en términos substanciales. En efecto la macro se constituye ante todo como una dinámica más pragmática, en la micro puede primar una dimensión ética (etica como dinámica de producción de valores, opuesta a una moral que privilegia los valores como ya hechos). Etica quiere decir, aquí, invención de afectos, conceptos y, en general, de nuevos modos de vida. Desde la segunda perspectiva, la micro suele ser percibida o bien como irrelevancia (fuente de todo tipo de inefectividades), o bien como una dimensión sutil y subordinada que vale como desprendimiento de la lógica seria y relevante de la propia dinámica macro. Una pregunta con la que convergemos muchos de nosotros a este espacio es la siguiente: ¿cómo insistir en el terreno de estas micropolíticas produciendo efectos en el nivel macro, pero sin dejarnos arrastrar hacia su régimen de visibilidades y sus códigos de identificación? Una primera hipótesis es que existe un espacio que podríamos llamar “infra-político” que se caracteriza por su capacidad de afirmación ética en el nivel de la micro, que mantiene sus aspiraciones a problematizar el mundo repercutiendo en la macro, pero que no aspira a integrarse como actor permanente en la macro. Nos interesa explorar esa interface, ese espacio, esa posibilidad.
2. Promiscuidad. La razón política busca antagonismos de clase, culturales, o los que sea para operar. Nuestro desafío consiste, quizás, en admitir que ese antagonismo no nos preexiste del todo. Que vivimos en una época de promiscuidades (en un sentido estrictamente no moral), en donde elementos de muchas realidades diferentes se sobreimprimen, se yuxtaponen. Asumir la promiscuidad podría ser un buen índice de abandono de una racionalidad abstracta y a priori, y de una disposición a sumergirnos por debajo de la realidad representada, de las consistencias del sentido que nos vienen preconstruidas  
3. Lenguaje Chexe. Nuestro contexto cultural está tensado también entre quienes exigen rigor de lenguajes y saberes técnicos para un mundo que reclama ante todo “gestión”, y quienes celebran la hibridación de géneros, razas, singularidades y tradiciones. Todas las lenguas parecen tironeadas entre un racionalismo abstracto, siempre tecnicista, organizador y ascéptico, y una idea demasiado fácil de mezcla despolitizante, que descuidarlos matices y las condiciones de poder en que esos encuentros se realizan. Hace tiempo que aspiramos a resolver los problemas. A lo sumo deseamos replantearlos. Lenguaje Chexe indica, para nosotros, una condición colectiva de enunciación. Hablamos por y entre diferentes que trabajamos juntos. Esto supone inventar un modo de hablar que no borra las diferencias, pero aspira a escapar al binarismo que empobrecen las lenguas políticas, académicas, tribales, urbanas.   
4. Explotacion, acumulación por desposesión. No son pocos los investigadores y militantes latinoamericanos que advierten sobre una modalidad de acumulación de capital cuyo efecto directo es la desposesión. Desposesión de las riquezas comunes. Desposesión de lo que habitualmente se llaman los recursos naturales. Existe un buen cúmulo de experiencias resistencia contra el modelo neodesarrollista que propone el crecimiento como solución única a todo problema. Un crecimiento que no altera su fundamento en la propiedad (y sobre todo en la apropiación privada) de la riqueza común.  Menos notable resulta, en cambio, el paralelo entre estas formas de desposesión ligadas a la naturaleza (aunque sus efectos sean bien sociales y culturales como los desplazamientos de comunidades enteras, o el descuido de saberes comunitarios sobre el mundo, la tierra) y las vías de explotación de lo que en la ciudades se produce como bienes comunes producto del trabajo y la cooperación colectiva. La hipótesis que nos proponemos, entonces, es espejar estas dos situaciones como parte de una recomposición de un territorio latinamericano en movimiento, producir un continuo entre estas situaciones (y de las resistencias posibles a esta dinámica de acumulación) como rasgo central de lo latinoamericano actual.  
En la articulación entre esta modalidad de acumulación por desposesión (neo-colonialismo extractivista que tracciona al “desarrollo”) y los movimientos migratorios más recientes hacia los centros urbanos, es posible repensar las formas de representación política acerca de las relaciones campo-ciudad dislocando el carácter binario de la conjunción y poniendo en relieve la multiplicidad de flujos que allí se juegan. Si buena parte de las experiencias de resistencia a los modelos neodesarrollistas se está librando en aquellos territorios donde se concentran críticamente los “recursos naturales”, ¿cómo articular estas luchas con las formas de participación política en las ciudades sin que sean vividas como “ajenas” o “lejanas” a los procesos específicos que se despliegan en los centros urbanos? Esto es, ¿cómo resituar los efectos de la minería o la sojización de la tierra con las transformaciones (o intensificaciones) de los modos de explotación del trabajo y los bienes comunes en ciudades que ven acrecentada su población… y a la vez, repensar en su articulación las formas de lo político en uno y otro lugar?
5. Migración. La migración (o el “desplazamiento territorial”) constituye una de las claves de reconfiguración de los territorios, de la posibilidad de construir espejos entre territorios, de mutar las lenguas, de constituir mezclas cómplices. Puede ser una guía muy concreta para nuestro trabajo.  
6.  Humor. Muchos de nosotros hemos intentado, a partir del 2001 sobre todo, proponer prácticas autónomas. Como sucede con tantas otras expresiones, esta palabra se ha vuelto sectaria, seria, solemne o ridícula. No se trata de abandonarla sino de someterla, como a todo lo demás, al humor. El humor fluidifica nuestros modos de pensar y de ser. Nos deja disponibles a nuevos modos de ser. No un humor ingenuo, incapaz de politización. Sino un humor inocente, capaz de ponernos en movimiento.
7. Terapia, expresión y política. No son pocos los que indican que los espacios actuales de politización (no los espacios ya definidos como “políticos” o “Militantes”) tienen que combinar al menos tres aspectos de la existencia: una dimensión de acompañamiento, cuidado y escucha de los otros (terapéutica), una capaz de impulsar a la palabra, a la imagen, al audio, y en general a formas expresivas (o artísticas) propias, y una dimensión específicamente política, ligada a la comprensión y modificación de las relaciones de fuerza en que se desenvuelven nuestras vidas.   
8. Cálculo. Todos calculamos. No vale tener una mirada moral sobre el cálculo. Tampoco vale ser espectadores. Podemos llamar politización a la alteración concreta de nuestros propios cálculos, y de los cálculos ajenos. Políticas concretas son las que en escala péquela o grande modifica nuestros cálculos. El cálculo nos devuelve a una materialidad de la vida que es fundamento de la política cuando la política logra salirse de un puro espectáculo centrado en las escenas del palacio.
9. Visibilidad. Se trata de construir un nuevo modo de visibilidad. Fuera del espectáculo, fuera de los vedetismos. Resistir el cliché (de intelectual/profesional que sabe, de victima que sufre, de militante/justiciero que denuncia, etc), no convertirnos en estereotipo alternativo. La idea de una fuerza del anonimato que busca nuevas formas de expresión.    
10. Trabajo. La actividad que produce valor está en el centro de nuestras preocupaciones. Por como se la vuelve mercancía. Como se la manipula. Por como se la sobreexplota. Por como se la desconoce. Por los modos en que se la representa y organiza. No hay horizonte de problematización que pueda dejar este asunto intocado.

martes, 2 de agosto de 2011

La fiesta en política


La fiesta del PRO en Capital Federal y Santa Fé: votos, globos y cotillón. El conflicto social como interrupción del lenguaje festivo. Su festividad no se parece en nada a nuestra alegría.